No era la primera vez que las hacía. Cuando tenía tres años, sus padres emigraron a Oviedo, por lo que su corazón es medio asturiano. Comenzó a jugar al fútbol en la escuela de la Fresneda, dirigida por Iñaki Artabe. Pasó por el Juventud Estadio y a los 12 años se fue al Oviedo, el equipo de su padre. De él heredó la pasión por fútbol y parecía que seguiría sus pasos por Salamanca, Burgos y el mismo Oviedo, entre otros. Pero su técnica en los terrenos de juego le valió como pasaporte para probar suerte, ya a los 15 años, en las categorías inferiores del Madrid.
Destacó siempre por su velocidad, su facilidad para llegar a puerta y su visión de juego. Disputó el campeonato europeo sub19 en 2006, en el que se proclamó campeón, y subió al Castilla. Pero su carrera meteórica se estancó. El Madrid le ofreció la renovación para el filial pero él se sentía preparado para probar suerte en la máxima categoría, por lo que no se lo pensó dos veces cuando el Valencia, en la temporada 2007-2008, apostó por él. Al principio le costó porque con Quique Sánchez Flores en el banquillo apenas tuvo minutos. Hasta que la llegada de Ronald Koeman cambió radicalmente su situación. El holandés confió en él como extremo izquierdo y se convirtió en una pieza clave en el equipo campeón de la Copa del Rey contra el Getafe, al que marcó el primer gol en la final (3-1). Del Bosque, entonces, se fijó en Mata. Debutó con la selección absoluta en el partido contra Turquía (1-0), clasificatorio para el Mundial de Sudáfrica. Ahora, tras otra temporada buena, donde ha ido de más a menos, quiere participar en el Mundial.
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