Cuando emergieron las miserias del club, la militancia blanquinegra se enfrentó a una escalofriante disyuntiva: ¿A quién vender, a Villa o a Silva? Nadie imaginaba entonces que se irían los dos y que Mata, antítesis del narcisismo futbolístico, se enfrentaría a la ingrata labor de tirar del carro.
No debería de ser obstáculo insalvable para el más antidivo de los murciélagos que ha tenido el escudo del Valencia. Si algo acredita Juanín es su destreza en vivir a contrapelo. Entró en Mestalla por la puerta de servicio, como apuesta personal de Carboni. Todo era ruido alrededor suyo: la guerra entre el italiano y Quique con Sneijder de proyectil, la multimillonaria apuesta por Zigic, el azaroso aterrizaje de Wollstein, heraldo de la decadencia del solerismo...
Mata soportó en tres meses la destitución de su mentor y la desconfianza de Quique. Pudo irse cedido en el mercado invernal, pero se alistó en la resistencia y Koeman lo rescató en su único servicio al Valencia. Esa tenacidad ha moldeado al gran futbolista por quien hoy suspira el oráculo Guardiola, un chaval que llegó en el mismo paquete que el inédito Sunny y ha multiplicado por veinte su valor de mercado.
No habrá que comprobarlo, porque Llorente ha decidido cerrar el grifo de las salidas. Por salario, implicación y humildad, Mata es la cara de un Valencia en plena reconstrucción. Pero el movimiento se demuestra andando. Otro tipo de perfil más belicoso ya habría orquestado una revolución. La desaceleración económica del club no justifica que el emblema blanquinegro sea uno de los jugadores peor pagados, con promesa incumplida incluida. Mejor prevenir ahora que lamentarse cuando acabe contrato
http://valenciacf.lasprovincias.es/noticias/2010-06-27/mata-rostro-futuro-20100627.html
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