Enero de 2014. Instalaciones de Cobham, al suroeste de Londres, centro deportivo y formativo del Chelsea FC. A la conversación concurren el entrenador y el mejor.
Antonio Sanz Enero de 2014. Instalaciones de Cobham, al suroeste de Londres, centro deportivo y formativo del Chelsea FC. A la conversación concurren el entrenador y el mejor jugador, al gusto de la afición, durante los dos últimos cursos. Curiosamente, sin ese técnico en el banquillo. Ahora, las cosas pintan bastos para el futbolista y la paciencia se ha gastado. Se siente forzado a cambiar de aires. El nuevo destino le seduce más por el pasado que por el inestable presente. Pero quién se atrevería a decir que no a la entidad más laureada del Reino Unido. El último escalón, en este angosto camino, se resuelve encarando al personaje que le ha borrado la ilusión de seguir vistiendo de ‘blue’. Es Mourinho quien calza de frente a Mata: “¿De verdad te quieres ir al Manchester United?”. Minutos después de la respuesta, el portugués ejerce de manager y solivianta a la dirigencia: “Véndelo, pero por 40”. La última oferta que descansaba en las oficinas de Stamford Bridge era de 35 millones de libras -quince millones más de euros de lo abonado al Valencia CF dos años y medio antes-. Horas después, Juan Mata se desplazaba en helicóptero con dirección al centro de la isla británica. Reforzar a un rival directo se acredita con un precio, explicaría más tarde ‘Mou’.
David Moyes recibió al extraordinario futbolista asturiano, (nació circunstancialmente en Burgos donde jugaba su padre -también del gremio-), a pie de pista, o de césped porque aterrizó en el centro de entrenamiento de la entidad. Era el salvador de un proyecto que se tambaleaba. El legado de Ferguson era un regalo envenenado que el paisano y heredero trataba de direccionar. Pero seis meses después, nada funcionaba. La estructura creada por Sir Alex rendía únicamente bajo su sol. Otros cambios en la cúpula administrativa de mando no aportaban el resultado apetecido, tampoco se había fichado lo que se necesitaba y ni siquiera Moyes sentía respaldo para hacerlo. A última hora se consintió una de sus peticiones: el belga Fellaini, con quien había coincidido en la estación de trabajo anterior. Sin embargo, el mercado de invierno abría la posibilidad de recuperar terreno perdido en la clasificación y en la imagen que se ofrecía sobre el terreno de juego. Para el entrenador se convertía en el último asidero al que sujetarse. No se le concedería ni más tiempo ni más excusas. Mata, que aportó seis goles en el tramo final de la Premier, no pudo cambiar la cara al equipo.
André Vilas-Boas se había comprometido con la propiedad del Chelsea FC a liderar el difícil periodo de transición que supondría que los históricos de la plantilla -Terry, Lampard, Cole, Malouda, Drogba- perdieran poco a poco presencia en los once titulares que el técnico debía conformar. Sólo aguantaba Cech, a quien también se había encontrado sustituto en la figura de Courtois, pero la juventud del belga invitaba a que primero se foguease en Madrid. Con estas directrices, la cúpula entendió que el ajuste de la plantilla se quedaba cojo. Se echaba en falta un refuerzo para el ataque, alguien capaz de conectar la media con la delantera, alguien capaz de portar el ‘10’ del club. El elegido dejó en las arcas de Mestalla la apetecible cifra de 28 millones de euros, de los que 18 se abonaron en el momento de la firma, quedando 10 para repartir en los dos siguientes plazos. Se entraba en la última semana del mercado y Mata acabaría demostrando su importancia en una entidad que alcanzaba, contra pronóstico y por primera vez en su historia, la Liga de Campeones.
La llegada de Mourinho al banquillo londinense es ahora proporcional a la de Louis van Gaal a Old Trafford. Con ‘Mou’ se llevó en Praga el primer disgusto, en la final de la Supercopa de Europa ante el Bayern, en la apertura del curso. El banquillo era el lugar reservado para quien había sido reconocido como el mejor jugador en la campaña anterior. Resultó ser el primer aviso para lo que sucedería progresivamente. La pérdida de protagonismo provocó la querencia con el Manchester United. Sin embargo, jamás imaginó que volvería a repetir idéntica secuencia. Tras la irregularidad que acompañó al grupo en el tramo inicial de la nueva experiencia, la caída de su valedor, Moyes, nunca debió unirse a la actual y repentina desaparición de las alineaciones. Van Gaal, que continúa sin acertar con la tecla para impregnar al equipo de estilo propio y rota, cambia, modifica y altera a un antojo tan ególatra como disfuncional, sí ha mostrado en los dos últimos meses que la ausencia permanente de Mata del once inicial es un hecho. El chico sigue siendo un “fuera de serie”, tal y como lo definió el hoy técnico de la Real Sociedad. Pero Mata ya no considera que el United es el “lugar perfecto para mí”, tal y como admitió en su presentación, aquel enero de hace poco más de un año.
A punto de cumplir 27 años y con contrato en vigor hasta junio de 2018, podría adherirse a la incomodidad del banquillo pero reforzarse con el suculento sueldo firmado. Sin embargo, Juan desea recuperar el tren de la Roja, perdido desde Brasil, porque la Eurocopa de Francia’16 se encuentra entre los objetivos. La opción de esperar a la caída de Van Gaal para recuperar titularidad es otra carta marcada, pero arriesgada. Por eso, Mata tiene claro que es el momento de abandonar Inglaterra, tras cuatro temporadas, para situarse en un mejor escenario con vistas al reto marcado. El destino ideal es difícil de encontrar, pero recientemente una comunicación con el teléfono de su progenitor y agente le ha devuelto media sonrisa. El Valencia CF está dispuesto a recuperarlo siempre y cuando el equipo alcance disputar la próxima Liga de Campeones. Sólo así, Peter Lim, que nunca ha ocultado que busca a los mejores jugadores del mundo, se vaciará para tratar de sacarlo de Old Trafford. El consejo es de algunos dirigentes valencianistas que opinan que sería bueno recuperar futbolistas importantes de la reciente historia. El particular infierno de Mata, con la jeta de Van Gaal como imagen, puede tocar a réquiem. La vuelta a Mestalla no está garantizada, pero es el primer destello ilusionante que se ha posado en el actual triste rostro del asturiano.