El asturiano ha sabido adaptarse al estilo del nuevo entrenador del Chelsea con el objetivo de meterse en la final
MARIO D. BRAÑA Acostumbrado a jugar cerca de la portería contraria, seguro que Juan Mata lo pasó mal durante los 73 minutos que estuvo en el campo en el Chelsea-Barcelona de la pasada semana. Di Matteo, que habitualmente sitúa al asturiano como mediapunta, le ordenó tapar la banda derecha y aprovechar los espacios a la contra. A diferencia de su compañero Ramires, que fabricó el gol por la izquierda, Mata no tuvo ni una sola oportunidad de lucir su calidad. Hoy, en un campo más grande y ante un rival necesitado, está a 90 minutos de su primera final de la Liga de Campeones.
Tras la fallida experiencia de André Villas-Boas, el entrenador que convenció a Mata para instalarse en Londres, Di Matteo ha mentalizado a sus jugadores para practicar un fútbol eminentemente práctico. «Nos repite mucho: "You have to be a nice and narrow team" y eso me gusta», declaró Mata en referencia al estilo que impuso hace años Mourinho en el Chelsea. O sea, «un equipo bonito y estrecho». En algún caso, como la ida de la semifinal, más estrecho que bonito.
Mata ha sido de los pocos que han sobrevivido al regreso de la vieja guardia del Chelsea. Villas-Boas intentó echar un pulso a los Terry, Lampard, Drogba y compañía, y lo perdió. Con la Liga imposible, Di Matteo se volcó en la máxima competición europea, con indiscutible éxito hasta ahora. «Sin jugar bien, sin ser brillantes, hemos ganado», insiste Mata, que pone la pausa en un equipo que juega a mil por hora. «Evito los choques con los rivales y busco zonas y espacios donde recibir el balón y dar pases de gol». Lo consigue a menudo, ya que lleva 19 asistencias.
Tras pasar desapercibido en la ida, Mata tiene hoy la oportunidad de reivindicarse en el mayor escaparate del fútbol mundial de clubes. El Barcelona ya sabe de lo que es capaz este pequeño asturiano, decisivo en la semifinal de Copa del Rey de 2007-08, en su primera temporada en el Valencia. Tras el empate a uno en la ida en el Camp Nou, dos goles suyos en Mestalla tumbaron al equipo entonces entrenado por Frank Rijkaard. Cuatro años después, Mata es una estrella del fútbol, que ha ganado títulos nacionales (Copa del Rey), europeos (selección española sub-21 en 2011) e incluso mundiales (Sudáfrica 2010). Un palmarés que puede engordar en los próximos meses con su club y con las selecciones. Estará seguro en la Eurocopa y es una de las opciones para los Juegos Olímpicos.
De momento, hoy puede suceder a su gran amigo David Villa como finalista de la Liga de Campeones, aunque sea precisamente a costa de dejarlo en la cuneta. El Guaje se convirtió el año pasado en el primer futbolista asturiano que gana la máxima competición en el campo. Hoy se saludarán en el Camp Nou, recordarán viejos tiempos en el Valencia y en la selección, y se desearán suerte, aunque sólo pueda tenerlo una. En la grada, familiares y amigos de Juanín, algunos con querencia barcelonista, sufrirán por aquel chaval que se marchó a los 14 años de Oviedo para triunfar en el fútbol. Lo ha conseguido, pese a las estrecheces que pasa ahora en el Chelsea.
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